¿Por Qué Naciste?
4/8/2003
Nuestro destino: Una vida con propósito
¿Alguna vez has sentido el vacío y la frustración causados por una vida demasiado ocupada, o has pensado: “Debe haber más que esto en la vida?” Si lo has hecho, ¿te has detenido lo suficiente para encontrarle la respuesta a esta pregunta? La respuesta es un Sí gigantesco. Claro que hay más en la vida terrenal que esta vida al estilo americano que equivocadamente hemos llegado a considerar como la vida verdadera. El Creador del universo, quien vigila todos los detalles de nuestra vida, nos ha puesto aquí con un propósito más grande del que podamos imaginar. Este magnífico propósito consiste en que seamos ricos sin limites en el Reino de Dios y en que estemos libres de pecado y de toda clase de malos sentimientos y actitudes. Consiste también que tengamos abiertos los ojos para apreciar un mundo de gloria, poder, y belleza en Jesucristo, el Rey de todos los reyes y el Señor de todos los señores.
Te urjo a que te despiertes y a que veas que no fuimos creados para vivir en ninguna clase de vacío y frustración o en una constante carrera mientras estemos aquí en la tierra. ¡Al contrario! Cada uno de nosotros—todos nosotros—fuimos hechos a imagen y semejanza del Señor Todopoderoso de todos los siglos, y porque Él ha tomado un interés específico en formarnos, ¡Él tiene planes muy grandes para nosotros! Él no nos echó aquí para dar vueltas, sino que nos proporcionó un escape de la vida rutinaria.
¿Comprendes lo que esto significa? ¿Por qué el Señor Infinito, Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra me quiere a Mí? Bien, Él no sólo te quiere intensamente, sino que nos ama a todos profundamente, más de lo que es humanamente comprensible. El gran regalo que Él nos ha ofrece es una vida en Jesucristo. Esta vida solamente empieza en la tierra y reboza exuberancia y energía. Nos promete la fuente inagotable de la sabiduría de Dios mismo. Todo lo que Él es, podremos experimentarlo.
Si pensamos tener a Dios como la meta duradera de nuestra vida, debemos primero darnos cuenta de cuales son las condiciones en que estamos sin Él, y HACER UN CAMBIO. Cuando Jesús estaba en la tierra proclamando las Buenas Nuevas, las describió así:
El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad para los presos y recuperación de la vista para los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año del favor del Señor. (Lucas 4:18-19)
¡Estas palabras fueron, y aún son, una proclamación! Jesús nos hace ver lo que somos sin Él, al describirnos como pobres, presos, ciegos y oprimidos. Pero nos ofrece la esperanza del evangelio la cual consiste en que Jesús Resucitado ha derramado misericordiosamente Su sangre por nosotros para que (SI QUEREMOS) nos libere de la pobreza y la prisión en las que nos encontramos cuando no lo tenemos a Él. (Gálatas 1:4; Hebreos 9:28; 1 Corintios 15:3; Apocalipsis 1:5)
Aunque nuestra vida no haya estado llena de mal, Dios El Padre, tiene un plan más grande para nosotros de lo que podemos imaginarnos. Él quiere darnos más que simplemente una vida moralmente buena. Nos ofrece una vida PLENA—no solamente llena de una colección de cosas que desaparecerán antes del primer amanecer en la tumba. La PLENITUD de la vida se encuentra solamente en Aquél para Quien fuimos creados. La vida que es verdadera VIDA se encuentra sólo en Jesucristo. Así lo quiso Dios todo lo bueno, sano y divertido no es sino un reflejo tenue de la realidad que es El Hijo Único de Dios, Jesús.
Hace miles de años que Dios le hizo una oferta a quien quisiera escucharlo. Él dijo:
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga…
Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos [como los trabajos, las familias, el dinero, el entretenimiento] y les sirvieres, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. (Deuteronomio 30:15-18, 8:17-19)
Hoy, nos ofrece a cada uno de nosotros la misma opción por medio del Cristo Resucitado y Victorioso. Al escoger la vida, Jesús hizo el camino muy claro. Él dijo que nos arrepintiéramos de los pecados de nuestra vida. Es posible que unos ejemplos específicos sean la frustración y la impaciencia que te abruman cuando tienes que esperar a que cambie el semáforo cuando temes llegar tarde al trabajo. (Parece tonto que estas cosas determinen nuestras emociones, ¿verdad?) O el pecado puede consistir en las malas palabras y los malos sentimientos que tienes hacia alguien de la familia o del trabajo que te ha hecho alguna trampa. O quizás consista en la disputa que tuviste con tu cónyuge anoche, o en el hecho que tu mente esté llena de la inmoralidad de la radio y la televisión, o la pornografía.
O podría consistir en el uso de alcohol o de drogas. Cualquiera que sea tu pecado, Jesús te pide que dejes las malas acciones y las malas actitudes que te atan, te enceguecen y te desaniman, y que te vuelvas a ÉL como a tu Señor Viviendo.
Como dice el evangelio: “Así que si el Hijo los liberta, ustedes serán verdaderamente libres.” (Juan 8:36) Déjale el pasado a Él para que te perdone y te limpie. Confíale a Él tu futuro—el temor al ridículo que puedas enfrentar, el querer deshacerte de sentimientos de inseguridad, de orgullo, de materialismo, de vanagloria, de ira, así también como el querer dejar de usar violencia física, insultos a otros, malas palabras, practicar idolatría—todas las cosas que te atan y que impiden que seas vulnerable ante Dios y la humanidad. Confíale a Dios todas estas cosas. ¡Él te ama! Él hizo las galaxias—Él puede “guardar lo que le he confiado para aquel día,” cuando vuelva por los Suyos para llevarlos a la Casa del Padre. Vuélvete hacia Él y dile que en Él confías y que con Él quieres caminar no importa lo que ocurra. No lamentarás nunca haber hecho esto y en los próximos billones de años te sentirás realmente seguro por primera vez en la vida.
Así sea que nosotros reconozcamos nuestro estado actual o no, Dios declara por medio de Su Santidad y Su Sabiduría que una persona sólo puede salvarse y llevar una vida de libertad y gozo confiando totalmente en Jesucristo; esto exige el abandonarlo todo para seguirlo a Él, renunciado a los vínculos de las cosas temporales y visibles de este mundo, y vinculándonos estrechamente a nuestro Dios invisible.
Y Él murió por todos para que los que viven ya no viven para sí sino para el que murió por ellos y fue resucitado. (2 Corintios 5:15)
Señor Jesucristo, quien es entregó a sí mismo por nuestros pecados para rescatarnos del malvado mundo actual, según la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Gálatas 1:4-5)
El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros muramos al pecado y vivamos para la justicia. (1 Pedro 2:24)
Es que se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres. Esa gracia nos enseña a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a vivir en este mundo de una manera moderada, justa y piadosa, mientras aguardamos la bendita esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. El se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para si un pueblo que sea suyo fervoroso en hacer lo bueno. (Tito 2:11-14)
Algunas de las primeras personas que oyeron lo que tú leíste hoy, tomaron en serio las palabras de Jesús. Esta fue su respuesta a la declaración de Cristo, el Señor Resucitado.
Dios ha resucitado a este Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos. Exaltado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que ustedes ahora ven y oyen…
Jesús, a quien ustedes crucificaron [por nuestros pecados], Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
Cuando el pueblo oyó esto, todos se afligieron profundamente y les dijeron a Pedro y a las otro apóstoles:—Hermanos ¿qué debemos hacer?
-Arrepiéntanse y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el regalo del Espíritu Santo. La promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que están lejos; para todos los que llame el Señor nuestro Dios.
Con otras muchas palabras les amonestaba; y les exhortaba diciéndoles:—Sálvense de esta generación perversa. Los que recibieron su mensaje fueron bautizados… (Hechos 2:32-33, 36-41)
Como tu amigo, te suplico que tú también consideres cuidadosamente lo que leíste hoy y que le des al Dios de Vida, tu propia vida. ¡Ahora mismo! ¡Será algo fantástico! ¡Para siempre!